El principal problema de los proyectos es verlo como un todo, cuando en realidad es nada. Le otorgamos la importancia de esa totalidad y nos presiona(n)mos para realizar esfuerzos que reflejan proyectos ocultos, en vez de realizar las acciones naturales, nos toca librar encarnizadas batallas con vencimientos y delegaciones de un único sentido. Le otorgamos vida y sentimientos propios, alimentando nuestro afán por conseguir lo que perseguimos. Sólo eliminando esa vida artificial del proyecto, conseguimos hacerlo fluido y transparente.
El ejemplo lo tienes ante ti mismo. Recuerda uno de los peores proyectos en los que más has sufrido, en los que intensamente has vivido las experiencias, los fracasos, los problemas, ese proyecto que tanto costó y ahora, desde la objetividad de la visión completa, encuentra las claves que tanto costaron para desarrollarlo. Esos puntos de inflexión donde la duda y el desconocimiento dejaron paso al avance y a la solución. En la mayor parte de estos pensamientos que estás teniendo ahora, te asaltará la misma solución: el sentido común. El proyecto, desde la distancia del presente, se presenta mucho más sencillo. Desde ese pasado, con suerte, aprendemos en nuestras acciones actuales.
Por eso, la única forma de realizar un proyecto es desparasitándolo de todos esos factores ajenos y una vez desnudo, leerlo como es: una etiqueta. Una etiqueta que nos servirá única y exclusivamente para evaluar si estamos realizando las acciones más adecuadas para llegar a esa meta, aunque la ausencia de acciones también implica una acción adecuada, ya que los proyectos son binarios: están activos o se desplazan fuera de nuestra visión.
Cuando un proyecto está activo, significa que tenemos acciones específicas para poder realizarlo y dichas acciones deben ser realizadas en un relativo plazo de tiempo. Cuando un proyecto no dispone de acciones es porque no hemos hecho una revisión completa, nuestro sistema de productividad estará fallando o aún no hemos desplazado el proyecto fuera de nuestra lista (Algún día/Quizá).
El proyecto nace de la necesidad de realizar más de una acción para conseguir un objetivo, con esa premisa y revisando la lista de acciones, descubrimos proyectos que viven ocultos en esas listas, queremos saltarnos pasos y es ahí cuando le otorgamos esa vida al proyecto, cuando en vez de convertirlo en una etiqueta, lo alimentamos pensando en lo que vamos hacer con esa acción, mutándola en vez de destruirla, un acción no marcada como completada y a la que sólo se le cambia el texto, grita por convertirse en proyecto.
Si transformas los proyectos en meras etiquetas y los desmaterializas de cualquier parafernalia, estarás eliminando el sobrepeso que le asignas y allanando el camino para conseguirlos.