<div id=»img_marco»><img src=»/gtd/images/old_family.jpg» alt=»lusi» /><br />Foto de <a href=»http://www.sxc.hu/profile/donzeladef» title=»donzeladef»>donzeladef </a></div>Tener una familia y ser _GTDísta_ no está reñido, pero muchas veces resulta difícil compaginar ambas actividades sin que alguna de las dos resulte dañada. Las fricciones, las obsesiones, la falta de rigor, las frustraciones son muy habituales en el día a día familiar. Muchos de los fracasos son propios y personales, pero la interacción con las personas más allegadas, con las que más nos quieren pueden resultar más fatídicas.
Por eso, he recogido unas pequeñas reglas en las cuales debemos movernos y mantenernos, establecer no sólo unos límites para nosotros, si no unas pautas para actuar, para defendernos y para poder mediar con ese amor-dolor de ambos mundos.
Sólo tu estás a dieta.
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Cuando alguien de la familia se pone a dieta, existe un efecto entre todos los que viven bajo el mismo techo: hasta el gato, todos a dieta. Con GTD no ocurre el mismo efecto y quien normalmente se inicia en GTD intenta atraer a los demás familiares hacia esa nueva forma de entender la productividad, el problema es que se comienza con suavidad y luego se intenta imponer y casi obligar. Error que nos traerá frustración y desengaños. Tu has decidido ser productivo, el resto quiere continuar como están, aunque puedes ayudarles con técnicas que siempre son bien acogidas: 2 minutos, pomodoro, la zona, etc.
Todos los canales abiertos.
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Saber que tu familia no quiero utilizar GTD no te hace ser menos productivo con ellos, todo lo contrario, debes ser más comunicativo y más receptivo, ellos no te van a juzgar tanto por tus errores o tus faltas, así que es un buen caldo de cultivo y una base de experimentos. Practica la planificación de salidas, compras de regalos, fiestas, comidas y cenas. Ten un calendario para saber donde está cada uno y que es lo que hace. Todo esto sin obsesionarte, porque puedes provocar un efecto contrario.
Delegar es sano
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Cuando entras en el mundo de GTD lo primero que necesitas son proyectos y acciones. Estás desesperado por tener acciones, cuantas más tienes más productivo te sientes y la casa es todo un hervidero de acciones por hacer. Tantas interacciones, tantas necesidades, tantas “obligaciones” que comienzas a asumirlas y el resto a dejar de hacerlas. Si algo tienes que aprender es a delegar, establecer seguimientos, otorgar responsabilidades y bajo ningún concepto sobrecargarte con el emocionante mundo de tachar acciones.
Tus compromisos te definen.
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Si fallas en el trabajo, tienes un problema. Si fallas a un amigo, tal vez pueda perdonarte, pero si fallas a un familiar sabes del cierto que todo vale, con lo que el impacto emocional es muchísimo menor. Esta mentira lo único que consigue es hacerte voluble según el contexto, y relega en planos diferentes a las personas con las que tratas. Ya sea al director del departamento, al frutero, al abogado del proyecto, a tu pareja o hijos, incluso hasta el perro, tienes que ser íntegro con tus compromisos, sin eso tu sistema de productividad es sólo una mala actuación.
Derecho a procrastinar
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Aquí viene el punto mágico y al que mayor partido puedes sacarle. Para que algo entre en tu sistema de productividad debe invariablemente caer en tu bandeja de entrada, una vez ahí dentro pasará por el flujo habitual hasta llegar a su lógica conclusión, sea cual sea. Sabiendo cual es el inicio, puedes deliberada y disimuladamente erradicar cualquier acción o proyecto con la “escusa” de que no ha entrado en la bandeja de entrada. Con esta mentira, estás reforzando ante quien has fallado tu completa y sincera productividad (toma ya!). Pero cuidado, una vez que eres productivo pueden aparecer cosas misteriosas en tu bandeja de entrada que no hayas recopilado tu. Usa la procrastinación con responsabilidad.