Cuando uno se acomoda a su sistema de productividad, las acciones lo ponen a prueba. Estamos acostumbrados a nuestras rutinas, disponemos de pautas que hemos conseguido arraigar con esfuerzo y paciencia, felices de nuestra eficacia y eficiencia nos estancamos en la productividad diaria. Sin esperarlo ni pretenderlo, las aguas se agitan y todo comienza a cambiar.
Existe un momento de estrés, donde todo se viene abajo, algo no planificado invade nuestra rutina. Con sencillos movimientos acostumbrados, recopilamos, procesamos y organizamos, esto nos devuelve el control de las acciones y del contexto, pero sabiendo que todo comenzará a cambiar. Nuestro sistema de productividad comienza a renquear, hay que comenzar a reeducarnos y aprender de nuevo como salir invictos de los movimientos.
La base se transforma en algo lejano, su acceso puede verse limitado en espacio y tiempo, sin nuestro entorno habitual, somos capaces de coartar nuestra productividad y reiniciar un proceso que ya teníamos aprendido, con la falsa premisa de que la productividad son las herramientas que nos rodea y el entorno en el que nos movemos.
El movimiento implica reacción y nuestro sistema de productividad debe fluir con nosotros y no a la inversa. Con ello no pretendo planificar hasta la extenuación los escenarios en los que nuestra productividad será puesta a prueba, pero nuestro sistema debe acompañarnos como una extensión y no un lastre de nuestro viaje.
Las modas y el tiempo influyen en nuestra productividad, pero tener claro sus principios hará que los grandes cambios sean pequeñas incidencias. El principio debe ser claro “La productividad es uno mismo aquí y ahora” el sistema tiene que complementarnos en cualquiera de nuestros contextos y seguir siendo útiles allí donde vayamos.
Aferrarse a lo que estrictamente hemos implementado provocará con la misma fuerza proporcional al estrés generado por los cambios y cuando uno es productivo es capaz de ver los cambios, no sólo aquellos que nacen en nosotros, sino los que por interacción personal nos empujan. Esos cambios no deben interferir en nuestro sistema, tal vez hacerlo madurar sin perder sus directivas, porque nuestro sistema es lo que nosotros somos en cada momento.